La violencia es un signo desintegrador de la familia. No pocas veces, en ella se reproducen las relaciones de subordinación del contexto general entre los más débiles y desprotegidos y los más fuertes. El machismo, tan arraigado entre los deformados valores sociales, instrumentaliza a la mujer y los hijos y es una negación del proceso personalizante que se espera de la relación amorosa.
Los niños y las mujeres son las víctimas más frecuentes de la violencia.
Grupos de diversos estratos sociales y variados niveles educativos viven, como una deplorable constante, altos niveles de agresión y violencia. Entre las formas más crueles de ellas, la sociedad es escenario de un creciente número de delitos sexuales.
Los abusos, atentados contra el pudor y violaciones se cometen, con mucha frecuencia, en el propio ambiente familiar o los espacios conocidos y habituales de las víctimas.
Este fascículo quiere llamar la atención sobre este tema para contribuir a erradicar la violencia en la relación de pareja, en la vida sexual y familiar, en la sociedad toda.

 
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